sábado, 30 de agosto de 2014

Lo bueno y lo malo

Varias veces hemos escuchado la típica frase donde hay personas, hay problemas. La mayoría de nosotros no tenemos dudas de ello, pero.. a qué se debe esto?. Una posible aproximación a la respuesta podría ser la diversidad.
Nacemos, crecemos y morimos dentro de organizaciones estructuradas sobre la base de relaciones entre personas, únicas, diferentes, y que a su vez, para hacerlo aun más complejo, participan en otras organizaciones. Entonces al haber personas, claro está que habrá problemas, a menos que fuéramos iguales, cual robotitos programables.
Ahora bien, qué es un problema?... ¿No es acaso algo que sale de la lógica esperada.. de lo estipulado, programado y que debería haber ocurrido?. ¿Habría problemas si no hubiese una lógica de lo esperado?. ¿Existe el orden sin el desorden? 
Orden y desorden, estabilidad e inestabilidad, certeza e incertidumbre son algunos de las relaciones polares que coexisten simultáneamente dentro de las organizaciones y que por supuesto implican formas diferentes de hacer y pensar, que no se eliminan entre sí, se necesitan y se estructuran en un modo simbiótico de asociación. 
Es decir que lo bueno y lo malo, lo qué está bien o mal, no son más que aceptaciones generalizadas por los mismos miembros de la organización, que se requieren mutuamente para existir; y que su vez se reflejan y estructuran por y para las comunicaciones/acciones diarias. 
Una vez entendidas y practicadas por los miembros, estos modos de relaciones, podríamos decir que se elevan a un nivel superior, donde a su vez las mismas sujetan y condicionan a estos miembros a actuar acorde a las mismas.
Está claro qué se puede hacer y qué no dentro de cada familia, en el trabajo o en la universidad; pero lo que no está claro es que estas normas y modos permitidos de accionar, antes de mantenerse en un plano superior, fueron alguna vez creados; y por quién más si no por nosotros mismos. Claro y lamentablemente está que con nosotros mismos quiero decir con los seres humanos, porque lastimosamente no todos tenemos la posibilidad de crearlas.
Pero entonces.. quién la tiene?. Ni más ni menos que los que tienen el poder de hacerlo: El poder de definir la verdad, el bien y el mal. Y a su vez, este poder se mantiene vigente gracias a las organizaciones que así lo permiten.  Es decir, gracias a las personas que lo posibilitan y recrean continuamente.
Ahora bien, no quiero decir que no necesitemos normas y reglas para vivir o convivir en relaciones, en organizaciones <Aunque al negarlo lo estoy reafirmando; pues no hay negativo sin positivo, no hay blanco sin negro y no hay poder sin resistencia>, quiero decir que su existencia debería ser en pos de los miembros que las practican y no de un pequeño porcentaje de ellos, posiblemente externos a éstas; y para esto es fundamental que las organizaciones, las personas, no actuemos reproduciendo meramente el orden vigente, sino que lo cuestionemos y lo desarrollemos también “desde adentro” por y para la razón de ser de la misma organización, que es en definitiva el desarrollo de las necesidades individuales de sus miembros.
Necesitamos desde cada organización preguntarnos cuánto de lo que se hace tiene que ver con lo qué realmente se quiere hacer o conseguir y cuánto tiene que ver con un orden instituido “superior” que lo condiciona.
   “La característica más notable del poder es que algunos hombres pueden, más o menos por completo, determinar la conducta de otros hombres pero nunca exhaustiva ni coercitivamente. Un hombre que es encadenado y golpeado está sujeto a la fuerza que se ejecuta sobre él. No al poder. Pero si puede ser inducido a hablar, cuando su último recurso podría haber sido morderse la lengua y preferir la muerte, entonces ha sido orillado a actuar de cierto modo. Su libertad ha sido sujeta al poder. Ha sido sujeta al gobierno." Michel Foucault

lunes, 25 de agosto de 2014

¿Quiénes somos?

Una pregunta tan simple como podría ser ¿quién soy? ¿quiénes somos? puede resultar a su vez tan compleja y difícil de expresar utilizando un lenguaje simplicista, que la típica frase "no me alcanzan las palabras" o "no tengo palabras suficientes" podrían ser unas de las respuestas más adecuadas.
No bastaría con describir la proyección que tenemos de nosotros mismos para explicar quiénes somos, como tampoco bastaría con la descripción que tienen los demás sobre nosotros. 

Quiénes somos tiene que ver con nuestra historia, con las experiencias, encuentros y desencuentros, con todo aquello que ocupó un lugar en nuestra vida, haya sido corto o largo desde una óptica temporal, débil o intenso en emociones, significante o insignificante desde la mirada actual. 
Desde lo personal, me gusta ver mi vida como un camino, un libro, una película, con la particularidad, tal vez única, de que la trama y el guión se actualizan y escriben permanentemente por y hacia el protagonista: yo mismo.

A partir de esta reflexión la pregunta sobre quién soy empieza a tener sentido, a la misma vez que una posible respuesta comienza a alejarse cada vez más de la explicación más cercana o que podría ser más cercana a la realidad. 
Sin entrar en cuestionamientos sobre y hacia la realidad (al menos por ahora), volviendo al primer punto mencionado, siguiendo la lógica de pensamiento y duplicando la apuesta, me atrevo a decir que no solo bastaría con escribir un libro sobre nuestras vidas, ni mucho menos con hacer una película, para explicar quiénes somos; ni tampoco con la proyección que tienen los demás sobre nosotros mismos, ya que necesitaríamos ambas. 

Si se tratara de una película, nos encontraríamos con el dilema de necesitar tanto tiempo de rodaje como minutos de nuestra vida, tantos actores y tantas cámaras como personas con quienes hemos tenido algún contacto. Y si fuera un libro debería contener tantas palabras como segundos de nuestras vidas, y a su vez se necesitaría, que fueran capaces de contener emociones y sentimientos; no solo nuestros, sino de cada una de las personas que ocuparon un lugar en nuestras vidas y que proyectaron en ellas, una imagen de nosotros.

Finalmente, triplicando la apuesta, aunque lográsemos recopilar todas estas proyecciones y realidades, aún así no serían más que una aproximación a quiénes somos, pues la respuesta depende en gran medida del intérprete.

Entonces, partiendo de estas primicias, al no haber respuesta suficiente, la correcta sería aquella que lograra acercarse lo máximo posible a la percepción que tenemos de nosotros mismos y a la que tienen los demás sobre nuestra vida. Es así que la respuesta "no me alcanzan las palabras" o "no tengo palabras suficientes" es, en mi entender, la simplificación más cercana y por ende más acertada.